miércoles, 16 de julio de 2014

-¡Superalimentos al rescate!!!-



Hay alimentos “super nutritivos” que no deberían faltar en la alimentación si queremos sentirnos con mucha energía. Por desconocimiento o falta de hábito, los abandonamos en alacenas, góndolas o heladeras.

 Comencemos por las legumbres y derivados. Aportan moderada cantidad de calorías, contienen hidratos de carbono de absorción lenta, fibra, proteínas vegetales, vitaminas del complejo B (excepto B12), minerales y fitoquímicos.
En este grupo se encuentran las lentejas, los porotos comunes y de soja, los garbanzos, las arvejas, las chauchas, las habas y sus derivados (harinas, panes, galletitas, milanesas, hamburguesas, bebidas).

La proteína de soja ayuda a mantener la salud del corazón por disminuir el colesterol total y el LDL o “colesterol malo”. Es fuente de fitonutrientes en especial, isoflavonas, que pueden contribuir al mantenimiento de los huesos evitando la osteoporosis. En el caso de las mujeres ayudan a prevenir  los sofocos en la menopausia. También pueden contribuir al correcto funcionamiento del sistema nervioso y de defensa.
Los alimentos que nos proveen proteínas de soja son los porotos, brotes, harina, bebida de soja, hamburguesa vegetal y tofu.  
El tofu llamado “queso de soja”, es un alimento originario de oriente, producto de la coagulación de la leche de soja. Tiene una textura firme parecida al queso, sabor delicado y color blanco crema.
Con el tofu se logran preparar las mismas comidas que con la carne. Se utiliza en preparaciones como estofados, albóndigas, croquetas, sopas, guisos, combinado con vegetales y cereales.
Posee proteínas de excelente calidad, se digiere fácilmente, además aporta calcio y 100 g de tofu otorgan sólo 137 calorías.
El grano entero de los cereales: trigo, avena, cebada, centeno, mijo, maíz, arroz integral y los cereales incas: quínoa y amaranto conservan diferentes capas, cada una de ellas es una generosa fuente de variados nutrientes: proteínas, grasas, vitaminas del complejo “B”, minerales y fibra. Por el contrario, el arroz blanco, la harina de trigo blanca y las féculas, las pierden.
Las frutas secas y semillas, generalmente reservadas para la Navidad son una inyección de aceites buenísimos como omega 6, 9 y 3, nutrientes que ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares. También aportan fósforo, potasio, calcio, magnesio, selenio, vitamina E, zinc, cobre, fibra.
Las nueces, almendras y el girasol pueden incorporarse como colación o en preparaciones. Se recomienda comer diariamente 5 mariposas de nuez (65 calorías), ó 10 almendras (55 calorías), ó 15 maníes (60 calorías). Como verán  estas cantidades no serán responsables del sobrepeso.
Las semillas de lino son recomendables consumirlas molidas para poder absorber bien sus nutrientes ya que la cáscara es muy dura. Se pueden dejar en remojo toda la noche y luego licuarlas con otras semillas y alguna fruta de estación para obtener un desayuno energético y desintoxicante.
Las semillas de sésamo son muy ricas en calcio, sales minerales, proteínas y vitamina A. Su alto contenido en grasa de buena calidad y lecitina ayuda a disolver el colesterol y nos protegen contra el agotamiento nervioso y mental.
Es práctico y saludable reemplazar en la mesa el dañino salero por una mezcla de  diferentes semillas y espolvorear nuestras comidas.
Cuando hablamos de calcio lo más frecuente es pensar en lácteos (consumirlos preferentemente descremados), pero olvidamos las fuentes vegetales como brócoli, berro, acelga y espinaca, higos secos, ciruelas desecadas, porotos de soja, garbanzos, avellanas, almendras y semillas de sésamo como mencionamos anteriormente.

Cada uno de nosotros podrá evaluar cuáles de estos “SUPERALIMENTOS” necesitamos rescatar y cuánto mejor si incluímos a nuestra familia en esta “Misión Rescate”.
- Nancy Romeo (h) Inst.en Alimentación, Salud y Activ. Física  -

sábado, 12 de julio de 2014

El cuerpo habla: las enfermedades psicosomáticas

      Después de numerosas visitas a varios médicos persiste el malestar físico, pero nadie da con su problema. Los mismos medicamentos, el mismo diagnóstico, pero nada le resuelve ese padecimiento…

      El uso del término "psicosomático" proviene de la medicina ante los límites del saber médico, al no poder dar explicación a algunos fenómenos orgánicos que se presentaban en ciertos pacientes.
      Esta palabra deriva del griego "psiché" (alma) y "soma" (cuerpo).

      El cuerpo es escenario de acontecimientos ligados a las emociones o -como dice el escritor austríaco Peter Altenberg- “La enfermedad es el grito de un alma agredida”.
      Hipócrates (padre de la medicina) introdujo la idea de unidad funcional del cuerpo. “El cuerpo humano es un todo, cuyas partes se interpenetran. El cuerpo tiene un elemento interior de cohesión, el alma; ella crece y disminuye, renace en cada instante hasta la muerte; es la gran parte orgánica del ser”. Él consideraba al hombre como una unidad organizada, pero pasible de desorganizarse, y tal desorganización contribuiría a la emergencia de una enfermedad.

      Las enfermedades psicosomáticas se originan de un conflicto psíquico que se expresa a través de un síntoma físico. Las emociones y sentimientos que no se pueden exteriorizar o procesar psíquicamente se manifiestan a través del cuerpo. Se manifiestan en el aparato digestivo, en la piel, en el sistema respiratorio, a nivel muscular u hormonal, además de que suelen provocar disfunciones sexuales. Por ejemplo una persona que sufre depresión, generalmente por largo tiempo tendrá debilitado su sistema inmunológico y estará vulnerable ante cualquier infección, desde una gripe hasta una enfermedad grave. 

      La idea de que la "mente" y el "cuerpo" forman una unidad indivisible está presente en el psicoanálisis desde sus comienzos, desde Freud.

      El psicoanálisis habla de fenómenos psicosomáticos para referirse a aquellas marcas o lesiones en el cuerpo que tienen cierta fijeza a lo largo del tiempo, muchas veces relacionadas con sucesos biográficos del paciente como pérdidas significativas, por ejemplo. Consideramos al cuerpo como una realidad que se construye, sin un carácter primario o innato, cuyo medio de expresión es el lenguaje simbólico.
      Podríamos decir que el fenómeno psicosomático es el “encuentro” de un estado emocional con ciertas partes del cuerpo biológico en un acontecimiento puntual de la vida del sujeto.

      Nuestra labor como terapeutas consiste principalmente en articular el cuerpo con el lenguaje, intentando devolverle la palabra al paciente que se halla transformado en “un cuerpo que padece”.
      En personas con este tipo de afecciones es aconsejable abordar el tratamiento a través de un equipo médico-psicológico, teniendo en cuenta el origen orgánico y psicológico del cuadro.


                                                                       Lic. Marcelo A. Bragiola

miércoles, 2 de julio de 2014

Decodificación de la Memoria Celular


A lo largo de nuestras vidas experimentamos situaciones que nos producen estrés, estas vivencias se fusionan con una emoción y generan un  patrón energético que  condiciona nuestras respuestas cuando nos enfrentamos a desafíos emocionales que queda grabado a modo de holograma en nuestras células y asociamos al hecho percibido como traumático. Aunque sepamos que esta conducta no sea adecuada, la implementamos automáticamente respondiendo al instinto de supervivencia. Buscamos la respuesta conocida como vía de escape más segura, quedando sin posibilidad de discernir y elegir libremente.
Pero…no todo está perdido!!  Esta realidad la podemos modificar con la utilización de la Decodificación de la Memoria Celular, técnica holística que toma principios básicos de la medicina china y de la física cuántica incorporando el intento.
Nuestras células son una especie de “autobiografía” ya que ellas guardan la información que traemos al nacer (ancestros y herencia genética), los registros de acontecimientos que experimentamos durante nuestra vida (pensamientos, palabras y hechos), nuestro sistema de creencias personal y el potencial bloqueado. Con la técnica de Decodificación de la Memoria Celular podemos descubrir y desactivar los mecanismos de respuesta automática que nos impulsan a repetir experiencias dolorosas y simultáneamente, desarrollar nuestras capacidades inherentes. Permite detectar y liberar los bloqueos ocasionados  por esas vivencias,  borrando los patrones energéticos al separar la emoción negativa de la conducta aprendida, permitiéndonos recuperar la libertad perdida, a la vez que nos  equilibra y armoniza.
La Decodificación de la Memoria Celular  utiliza  la técnica de Testeo Muscular para defusionar el estrés del hecho traumático acontecido,  recuperar una gran cantidad de energía  que habíamos perdido, acceder a recursos que estaban bloqueados  y  así poder elegir una nueva conducta o respuesta ante las situaciones que se nos presentan.
Al liberarnos de las cargas que nos atan al  pasado nos sentimos más libres para conectarnos con nuestra esencia, expresar nuestro potencial y relacionarnos con el mundo de forma más integral, alegre y productiva.
Mediante esta técnica podemos trabajar  nuestras limitaciones  y  bloqueos, ya sean miedos, fobias, compulsiones, obsesiones, ira, sufrimientos, trastornos de conducta, adicciones, somatizaciones, relaciones interpersonales, y dificultad de manifestarnos en las distintas áreas de nuestra vida, posibilitando un mayor grado de realización y plenitud personal.
La Decodificación de la Memoria Celular  es una terapia en sí misma y además se convierte en un excelente complemento de otras especialidades (Psicología, Psicopedagogía, Medicina, Osteopatía, Técnicas de conocimiento personal, etc.) ya que con su efecto se allana el camino para que las intervenciones específicas actúen de manera más rápida y eficaz.
Es adecuada para todas las edades ya que no agrede al cuerpo durante ninguna etapa de su implementación.
Las sesiones se realizan en forma individual y tienen una duración aproximada de una hora. La frecuencia entre sesiones varía de persona a persona, aunque generalmente es de tres a cinco semanas aproximadamente.
                                                                                                       
                                                                                                                  Lic. Andrea C. Romeo
                                                                                             Facilitadera de D.M.C.
                                                                                                           Psicopedagoga