jueves, 21 de agosto de 2014

Sobrepeso, discriminación y enfermedad social

     Durante estos días parecen haber recrudecido mensajes discriminatorios vertidos por supuestos “buenos periodistas” y políticos de baja monta, desde el prejuicio y un profundo desconocimiento intelectual.
     A partir de esto y después de haber leído una encuesta sobre discriminación realizada por la UNICEF decidí escribir este artículo, ya que es un tema que me preocupa no sólo como psicólogo y docente, sino también como argentino.
     


     Según la encuesta hecha entre 900 chicos de entre 13 y 18 años de diversos centros urbanos de nuestro país el lugar donde más se discrimina es en la escuela. Le sigue la calle.
     El aspecto físico es el principal motivo de discriminación, que incluye el tamaño y el peso, es decir, “ser gordo”.        También el color de la piel, que se relaciona con la nacionalidad. El 20 % de los encuestados justifica la discriminación porque “no todos somos iguales”.

      Según el diccionario el origen del término  discriminar se remonta al vocablo latino “cernere”, cuyo significado original era “separar”, “distinguir”. Pero si atendemos a las palabras por su sola etimología podemos equivocar el camino a la hora de tratar de entender su significado en relación a una conducta personal o social.
     Aunque parezca paradójico podríamos hablar de la discriminación desde dos puntos de vista:
-En sentido positivo, ya que supone discernimiento, diferenciación, reconocimiento y aceptación. Se trata de la capacidad para identificar las cualidades y reconocer las diferencias entre las cosas, objetos o personas (actividad propia del proceso mental). Esto nos permite notar una diferencia entre una cosa y otra.
-En sentido negativo, que es el tema principal de este artículo. Consiste en dar un trato de inferioridad a una persona o grupo por motivos físicos, raciales o étnicos, sexuales, socio-económicos, estéticos, por edad o por enfermedad. Surge cuando uno hace sentir mal a un otro, alguien que se arroga el derecho de hacerle sentir a otro que es diferente, que está en un nivel de inferioridad.
     Entre la discriminación en sentido positivo y la discriminación en sentido negativo existe una relación inversamente proporcional. Cuanta mayor capacidad para discriminar- en el sentido positivo o simbólico- tenga el sujeto, más preservado estará de llevar adelante acciones discriminatorias en el sentido negativo o injusto.
     Correlativamente será el sujeto con escasa capacidad de discernimiento el que más fácilmente caerá preso en la lógica de la discriminación social. Si la visión del diferente lo descompensa al punto del odio o lo repulsa, es justamente por su escasa capacidad para discriminar. Al ser pobre para las distinciones finas, la presencia del semejante siempre lo excede en complejidad, despertando en él un renovado apetito paranoide.
     La discriminación como hecho social necesita resaltar una diferencia o marca específica del colectivo discriminado. La relación entre las diferencias se puede plantear de forma competitiva o agresiva-defensiva.
En el proceso de discriminación la relación es desigual: un polo domina al otro. Esto se traduce en actitudes y prácticas discriminatorias.
     En el trato igualitario, como opción alternativa, se resaltan las coincidencias dentro de la diversidad. La relación entre las diferencias se plantea como complementariedad o, al menos, desde la tolerancia. La competencia se puede dar desde la igualdad de oportunidades y de poder entre las partes.

     La problemática de este tipo de discriminación fue estudiada por Freud, quien habló del “narcisismo de las pequeñas diferencias” (en Moisés y la religión monoteísta), relacionando esto con la agresividad constitucional en el ser humano.
     Además de esta inclinación agresiva influyen las condiciones históricas que moldean la aparición de la discriminación en distintas épocas, resaltando ciertos aspectos más que otros. Por ejemplo, en la Argentina actual la discapacidad o la homosexualidad, dos clásicos motivos de discriminación, ya no parecen estar entre los temas que más se estigmatizan o agreden (o al menos esa es la percepción que tienen los jóvenes encuestados), aún cuando algunos grupos quasi medievales sigan intentando hacerlo.
     En cambio se sobrevalora la apariencia y la belleza física. La delgadez es tomada como un valor supremo. Así el obeso es visto como aquello a lo que se tiene miedo y no se quiere ser. La gente tiende a pensar que “está así porque quiere”, “no tiene voluntad” o “no quiere adelgazar”. Se ve al obeso como alguien carente de voluntad y compromiso, un prejuicio incierto e infundado.

     ¿Por qué la escuela es el ámbito donde más se discrimina según esta encuesta? La escuela es el lugar donde los chicos están la mayor parte del tiempo y, además, allí están entre pares. Aquellos que se suponen más fuertes proyectan sus propias inferioridades a quienes consideran más débiles. Allí aparecen los "gordos".
Si bien éste es el ámbito donde más se dan estas situaciones, los comentarios o las ideas no surgen allí sino en las casas. Frases, ideas y posturas sobre estos temas nacen en el hogar.
      ¿Cómo se revierte una situación tan arraigada culturalmente? Ese podría ser tema para otro artículo, pero sería bueno que pudiéramos ir dialogando en casa y en la escuela sobre estas cuestiones. La salud implica también diálogo, apertura, aceptación de las diferencias, flexibilidad, integración, inclusión…

Lic. Marcelo Bragiola 

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