lunes, 23 de febrero de 2015

Las "situaciones-gatillo"

      Llamamos así a aquellas situaciones cotidianas que actúan como “disparadores” de las ganas de comer, transformándose en situaciones de riesgo.
       Podríamos afirmar que hay una semejanza con lo que ocurre en el caso de los adictos, por ejemplo en los fumadores (adicción a la nicotina). A estos parecería que les resulta imposible pensar en determinadas situaciones sin la participación del cigarrillo, asociando estas circunstancias constantemente al hecho de fumar desde hace años, casi en forma instintiva y sin darse cuenta. En el caso de quienes tienen problemas relacionados con la obesidad ocurre lo mismo: asocian determinadas situaciones con el comer compulsivamente…


      Uno de los ejes del tratamiento consistirá en que los pacientes puedan “desarmar sus rutinas” para “rearmar” otras nuevas. Se trata de un proceso, no se consigue de un día para el otro; al principio insume mucha energía y hay que estar muy atentos, pero a medida que pasa el tiempo va siendo mucho más fácil y “natural”… Para poder rearmar nuevas rutinas hace falta un plan.
      Un paso fundamental de este plan es reconocer cuáles son las situaciones que el paciente asocia al hecho de comer compulsivamente.
      Estas son algunas de las posibles situaciones-gatillo: 

-Situaciones de ansiedad, estrés, presión o tensión emocional.
-Tristeza, angustia.
-Aburrimiento.
-Discusiones.
-Situaciones de relax.
-Encuentros sociales, fiestas.
-Mirar televisión.
-Estar frente a la computadora.
       Cada persona debería identificar cuáles son sus propias situaciones de riesgo.
      Una vez identificadas, es fundamental anticiparse a estas situaciones mediante diferentes estrategias. Algunos ejemplos son:
1-      Estrategias de evitación (evitar ir a lugares de riesgo; no hablar de comida todo el día para no estimular las áreas vulnerables del cerebro).

2-      Estrategias de sustitución oral (comer uno o dos caramelos ácidos y beber un vaso grande de gaseosa light bien fría; beber uno o dos vasos de agua).

3-      Estrategias de acción (asociados al movimiento, como salir a caminar o realizar actividad física).
      
4-      Estrategias de relajación (realizar ejercicios de respiración, de
      relajación o yoga; tomar un baño)

      Las estrategias que sirven para una persona no necesariamente van a servir para otra. Cada uno deberá encontrar su propia estrategia, la cual debe trabajarse como una “acción preventiva”. A modo de ejemplo: un paciente que está invitado a una fiesta en la que sabe que va a haber mucha comida vive esta situación como una situación de riesgo (“riesgo de comerse todo”), por lo que deberá armar una estrategia para que le vaya lo mejor posible.
      La construcción de la estrategia requiere pensar, organizar y concretar la acción. En esta instancia es donde se puede ver con claridad el protagonismo activo. Es frecuente sentir temor ante una situación que pone en riesgo la capacidad de poder manejar la conducta alimentaria. Nadie mejor que el protagonista para armar su estrategia ya que es quien vivió esa circunstancia en otras ocasiones: conoce a las personas con las que va a compartir la fiesta, la cantidad y calidad de comida que suele haber, el tiempo que durará esa reunión. Con la mayor cantidad de datos disponibles (pensar), podrá armar la estrategia (organizar) y llevarla a cabo (concretar) el día de la fiesta.
      Puede suceder que la estrategia no haya sido exitosa. Lo más importante en la construcción de una estrategia es que es un momento de mucho aprendizaje donde el paciente se sitúa frente a su dificultad, se conecta con la tarea que tiene que hacer, con la posibilidad de éxito o de fracaso y, por sobre todas las cosas, con la posibilidad de cambio.
                                                              -Lic. Marcelo A. Bragiola-

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