…”Ten calma, desacelera el ritmo de tu corazón silenciando tu mente.
Afirma tu paso con la visión del futuro. Encuentra la calma de las
montañas. Rompe la tensión de tus nervios y músculos con la dulce
música de los arroyos que viven en tu memoria. Vive intensamente la
paz del sueño. Aprende a tomar vacaciones de un minuto, al detenerte
a mirar una flor, al conversar con un amigo, al contemplar un
amanecer o al leer algunas líneas de un buen libro”…
Muchas veces inmersos en el torbellino de
la vida abandonamos humildes ó brillosas vivencias.
En este espacio que compartimos trato de
transmitirles la importancia del movimiento y la acertada elección de los alimentos para mejorar
nuestra calidad de vida.
Deseo destacar la fuerza y responsabilidad que tienen
nuestros pensamientos para evitar la
enfermedad. La pérdida de armonía que se
produce en nuestra conciencia se muestra en el cuerpo en forma de síntomas.
Los seres humanos somos capaces de modificar nuestra biología mediante lo
que pensamos y sentimos. Nuestras células están constantemente procesando todas
las experiencias y metabolizándolas de acuerdo con nuestros puntos de vista.
La tristeza, ansiedad, bronca, rencor,
entre otros, arrastran nuestro sistema inmunológico, la producción de
neurotransmisores a partir del cerebro se altera, el nivel de hormonas varía,
el ciclo del sueño es interrumpido, las plaquetas sanguíneas se tornan más
viscosas y hasta las lágrimas de tristeza poseen trazos químicos diferentes a
las de alegría.
Lo reconfortante es que todo este perfil
bioquímico se modifica tremendamente cuando nuestra actitud cambia.
Resultaría inútil tratar solamente los síntomas si no estamos dispuestos a
seguir los senderos sinuosos y no siempre lógicos de nuestra mente.
En ésta búsqueda, la mente se aliará a nuestras emociones,
asistiéndolas, permitiendo que se expresen de la mejor manera.
Un viaje
por el alma humana constituye un excelente compañero de otros hábitos
saludables. Poco sirve una alimentación balanceada y horas de entrenamiento
físico si nos intoxicamos con pensamientos o sentimientos negativos.
Aprender a
enojarnos adecuadamente, poder reconocer y expresar el dolor, pedir ayuda,
devolver el sentido amoroso a algo que parece no tenerlo, reírnos más, escuchar
la música de los arroyos que viven en nuestra memoria y tomarnos “vacaciones de
un minuto” podrían ser el punto de partida para sentirnos mucho mejor.
Nancy Romeo (h).
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