miércoles, 3 de junio de 2015

La violencia de género

      La violencia en sus diferentes manifestaciones es un tema que atraviesa a toda la sociedad. Tanto las mujeres como los varones suelen ser objeto de violencia, aunque la situación de subordinación social de la mujer favorece que ésta se transforme con mucha mayor frecuencia en la destinataria de violencias estructurales y coyunturales.
       En nuestro país, como en el resto de América Latina y gran parte del mundo, existe un incremento notable de la violencia contra las mujeres, fundamentalmente en el interior de la familia o la convivencia. Diversas investigaciones coinciden en afirmar que, en la violencia conyugal, el 75 % de las víctimas son mujeres, el 23 % de esa violencia se produce entre cónyugues (violencia cruzada) y el 2 % lo representa la violencia hacia los varones.
      La palabra “violencia” deriva del latín “vis” que significa “fuerza”.
“Violentar” significa ejercer violencia sobre alguien para vencer su resistencia, forzarlo de cualquier manera a hacer lo que no quiere.
      La violencia de género excede el uso de la fuerza física, ya que comprende también otras formas ejercidas por imposición social o presión psicológica (violencia emocional, invisible, simbólica, económica) cuyos efectos pueden producir tanto o más daño que la acción física. Abarca todos los actos mediante los cuales se discrimina, ignora, somete y subordina a las mujeres en los diferentes aspectos de su existencia. Es todo ataque material y simbólico que afecta su libertad, dignidad, seguridad, intimidad e integridad moral y/o física.
      La característica central de la violencia, sobre todo en la violencia sistemática, es que arrasa con la subjetividad (es decir, con aquello que nos constituye como personas).
      El varón que ejerce volencia contra la mujer frecuentemente proyecta contra ella sus propios miedos e inseguridades, viendo en ella los sentimientos que no puede aceptar como propios. Esta proyección garantizará que quede bien claro quién es el hombre y quién es la mujer dentro de la pareja.
      La dependencia del hombre respecto de la mujer es fundamental. Ella es un objeto erótico que puede ser dominado y despreciado, pero del cual no se puede prescindir.
      Este hombre no puede reemplazar los hechos violentos con la reflexión y la palabra mediadora que le permitirían un control intencional de sus actos. No puede preguntarse, en vez de actuar: “¿Qué me está pasando?”, “¿Qué puede sentir ella?”, “¿Cómo me puedo sentir yo después de maltratar?”.
      Su víctima no es sólo la destinataria de la agresión, sino también quien le permite satisfacer el narcisismo de su fuerza física y su poder.


      Por otro lado, las relaciones de género evidencian que varones y mujeres no tienen una posición igualitaria en la vida cotidiana, sino que esas relaciones son organizadas como formas variables de dominación.
      La lógica binaria genérica hombre-mujer, sujeto-objeto, activo-pasivo, acentúa una rígida y estereotipada oposición entre los sexos que genera relaciones asimétricas, no recíprocas ni igualitarias. La dominación empieza entonces con el intento de negar las diferencias, constituyendo una forma alienada de diferenciación.
      En los vínculos familiares o de pareja será necesario el reconocimiento de que el o los otros son diferentes de uno. Cuando no se registra al otro como otro sino que se intenta negarlo como persona diferenciada, podemos decir que puede iniciarse un circuito de violencia. Éste mostrará el despliegue de la lógica sujeto-objeto, que es la estructura complementaria básica para la dominación.
      A través de los abusos de poder el hombre violento intentará organizar la vida familiar y/o de pareja, disciplinar las subjetividades y estipular cuáles son las percepciones que cada uno debe tener de la realidad.


      Los celos constituyen un fenómeno ligado a la necesidad del hombre violento de controlar todo lo que piensa y hace su pareja. El celoso tratará de evitar cualquier tipo de relación con familiares y amigos que pueda poner en peligro la exclusividad del vínculo que desea.
      “Si ella me quiere a mí, no puede (no debe) querer a otro/s”. La contradicción que aquí se expresa consiste en que si la mujer valora otros vínculos diferentes al que mantiene con él será a costa de excluirlo. Esta interpretación proviene de poner en marcha una lógica excluyente: “O yo o los otros”, en vez de acceder a una lógica de diversidad: “Yo y los otros” (“El interés por otros no significa que no se interese por mí”).
 
      Un sentimiento que suele acompañar a estas manifestaciones de violencia es el odioEl odio, como pulsión, es la expresión de un intenso rechazo a quien provoca un aumento intolerable de la tensión psíquica, buscando a través de ese sentimiento someterlo y anular su individualidad.
      El hombre violento no puede encontrar otras formas de neutralizar la tensión psíquica que no sea maltratando.
      No puede ejercer un control intencional para dominar o aplazar la satisfacción inmediata que le produce el deseo de maltratar.
      Por supuesto que en toda esta problemática falta abordar cuál es el papel de aquellas mujeres que forman parte de este tipo de relaciones y que, en muchas ocasiones, repiten... Esto quedará para otro artículo... Claro que es posible cambiar esta realidad...

      Para finalizar este tema -que por su importancia y complejidad excede lo dicho aquí- cerraré con la consigna y propuesta de movilización en el día de hoy...
                                                                           
                                                              Lic. Marcelo A. Bragiola

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