martes, 18 de marzo de 2014

El abordaje de la obesidad

Desde hace décadas la OMS (Organización Mundial de la Salud) considera la obesidad como una enfermedad crónica vinculada con más de trescientas enfermedades, como la diabetes, las patologías cardiovasculares, la hipertensión y el ACV, entre otras. Por esta razón, a nivel mundial se ha convertido en la segunda causa de muerte prevenible después del tabaquismo.
Creemos importante su abordaje desde un enfoque bio-psico-social, teniendo en cuenta la singularidad de cada persona.
Partimos de la idea de que no podemos trabajar sin tener en cuenta que somos sujetos atravesados por múltiples factores: fisiológicos, psíquicos, sociales…

La obesidad no tiene una causa única, sino que obedece a una multicausalidad. Existen diferentes factores, pero ninguno de ellos es en sí mismo suficiente. En realidad se trata de una combinación de los distintos factores, adquiriendo  características singulares en cada caso.
Podríamos clasificarlos en:

1) Factores predisposicionales: son aquéllos que “preparan el terreno” para el desarrollo de un trastorno. Hablamos de “predisposición”, ya  que no es una fatalidad inevitable. Entre ellos podemos distinguir:
  • Factores constitucionales: se refieren a características que están presentes en el momento del nacimiento de una persona. Son tanto genéticos (tienen que ver con la transmisión hereditaria a través del ADN presente en nuestros genes) como congénitos (aquéllos que actúan durante la vida fetal y el momento del nacimiento).
  • Factores familiares: son de especial importancia las primeras experiencias infantiles, en especial en relación a la madre y al padre. Las experiencias de estos primeros años dejan como saldo el “aprendizaje” vivencial de modelos o estructuras de conducta, de modos de vincularse que se van a repetir a lo largo de la vida. La receptividad que el medio familiar (en especial la madre) haga de las necesidades del niño será fundamental para su desarrollo.
  • Factores socioculturales: en la vida cotidiana asistimos a un cruce de mensajes -en especial provenientes de los medios de comunicación- con contenidos frecuentemente contradictorios. Por un lado se imponen “valores” como la delgadez extrema y la posesión de cuerpos atléticos ideales (que suelen generar insatisfacción y frustración) y por el otro se promueve el consumo de comida chatarra o poco saludable, así como la comida abundante como símbolo de celebración y encuentro. Del mismo modo se estimula el “confort” -entendido como comodidad- como símbolo de calidad de vida y felicidad , derivando en muchos casos en la inacción y el sedentarismo. El delivery, el uso del control remoto, la “conexión” con el mundo moviendo tan sólo un dedo o hacer compras sin siquiera salir de casa son entendidos como “confort”. Indirectamente se promueve el sedentarismo como sinónimo de confort.
2) Factores precipitantes o desencadenantes: son aquellas situaciones internas o externas que actúan a modo de “semilla” que cae o se precipita en el “terreno fértil” y empieza a desarrollarse. Se trata de diferentes hechos que ocurren en la vida de una persona que pueden generar tensiones o conflictos que pueden poner en movimiento todo lo que está “latente” para que se manifieste. Entre otros se encuentran:
  • Factores fisiológicos: la menarca, la menopausia, el embarazo, distintas enfermedades, las intervenciones quirúrgicas.
  • Factores psicológicos: situaciones de pérdida o que generan estrés, depresión o ansiedad.

3) Factores perpetuadores: actúan como un “fertilizante”  para que la “semilla” crezca. Colaboran con el mantenimiento del trastorno o del exceso de peso en el tiempo. Algunos de ellos son:
  • La negación: es uno de los principales mecanismos de defensa que impide aceptar que se tiene una enfermedad crónica o un trastorno que, combinado con excusas, da como resultado el mantenimiento del exceso de peso a largo plazo.
  • Malos tratamientos: utilización de ciertos medicamentos o drogas, así como dietas restrictivas que provocan un efecto rebote que favorece la obesidad.
  • Hábitos familiares: familias donde se “premia” con comida, costumbre de cocinar abundantemente, comer en exceso o tener la heladera “siempre llena”, etc.
  • La “adaptación” a la gordura.

Es muy importante reiterar que ningún factor actúa en forma independiente ni determinante.

Lic. Marcelo A. Bragiola

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