La capacidad de resiliencia -tan antigua como la
humanidad- fue la única forma de sobrevivir que tuvieron muchas personas y
comunidades a lo largo de la historia, las cuales fueron capaces de resistir frente a
la destrucción y aún así construir algo positivo.
El término resiliencia deriva etimológicamente del
latín resilere, que significa saltar hacia arriba, volver a entrar
saltando, rebotar, apartarse o desviarse.
También proviene del anglicismo recilence
o resilency: resistencia de los cuerpos a los choques o “stress”, recuperarse,
ajustarse.
Este término fue utilizado por la física, la arquitectura, la ingeniería civil y la metalurgia para describir la capacidad de algunos metales de recuperar su forma original después de haber sido sometidos a deformaciones.
Las ciencias sociales en
general -y la psicología en particular- utilizan esta expresión para describir, como dije anteriormente, fenómenos observados en personas y sociedades que, a pesar de vivir en
condiciones de adversidad, son capaces de desarrollar conductas que les
permiten superarlas.
La resiliencia es una
característica de la salud mental que contribuye al mejoramiento de la calidad de vida. Podriamos decir que se
trata de la capacidad humana, individual o grupal para hacer frente a los "reveses" de la vida, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por dichas
experiencias. Se refiere tanto a la resistencia frente a la destrucción -es
decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión- como la
capacidad de forjar un comportamiento vital saludable pese a las circunstancias
difíciles.
La resiliencia reduce la
intensidad del stress y produce el decrecimiento de los signos emocionales
negativos, como la ansiedad, la depresión y la ira, al tiempo que aumenta la
curiosidad y promueve la salud mental.
En este proceso se pone en
juego el conjunto de los recursos psicológicos individuales, familiares,
educacionales y sociales de la persona (factores de resiliencia) para afrontar
situaciones de adversidad (factores de riesgo).
En lugar de poner el foco en
los mecanismos que sostienen la situación desfavorable de un sujeto, desde esta
perspectiva se observan especialmente aquellas condiciones que posibilitan
encaminarse hacia un desarrollo saludable. Entre otros, los factores que refuerzan
la resiliencia son:
- El reconocimiento de los problemas y limitaciones que hay que enfrentar.
- La flexibilidad.
- La capacidad autorreflexiva.
- El control de los impulsos.
- La autoestima y la confianza.
- La capacidad de compromiso y participación.
- La alegría y el humor.
- La capacidad de buscar y dar colaboración.
- Las habilidades comunicacionales.
- Las habilidades de resolución de conflictos.
Teniendo en cuenta todo esto,
es muy importante identificar, registrar y fortalecer las capacidades y
recursos en las personas, teniendo en cuenta la singularidad de cada sujeto.
Lic. Marcelo A. Bragiola
No hay comentarios.:
Publicar un comentario