viernes, 2 de mayo de 2014

Adelgazar: duelo y crecimiento...


      Cada persona vive la experiencia y las expectativas para adelgazar de manera personal, pero siempre hay un “equilibrio”, una cierta “armonía” que se pone en juego y se rompe. 
      Frecuentemente, cuando se baja de peso, se produce una sensación de pérdida vinculada con numerosos cambios: modificaciones en la imagen corporal, en las relaciones con los demás por tener que resignar ciertos roles conocidos (como -por ejemplo- el de la madre que agasaja a todos con mucha comida), en la renuncia que se ha hecho a una forma de comer, en la pérdida de hábitos y “beneficios” que daba la gordura…
      Al principio del tratamiento esta “pérdida” suele ser cubierta por la motivación, pero a medida que se adelgaza y se evidencia esa pérdida es frecuente que la misma disminuya.
      En este momento los sentimientos respecto al tratamiento pueden tornarse contradictorios, viviéndolo con fastidio, sintiéndose por momentos “obligados a dejar lo que les gusta”, “que pierden la libertad de decidir por sí mismos”.
      Es posible también que aparezca un cuadro de abstinencia. Esto es similar a lo que les ocurre a los alcohólicos que dejan la bebida o las personas que abandonan el cigarrillo o cualquier otra sustancia tóxica, quienes al cabo de unos días padecen una reacción especial que se produce porque cuando el organismo está habituado al consumo regular de alguna droga, al verse privado de ésta, protesta. En la persona obesa se puede producir lo mismo según el grado de dependencia o adicción que tenga con la comida.

      Así, la fuerza revolucionaria del principio puede decaer y empieza un proceso de duelo.
En muchas ocasiones la persona siente tristeza, siendo parte del proceso de aceptación. La tristeza es una emoción normal y saludable, aunque displacentera porque significa extrañar lo perdido.
      Perder es dejar algo que era para entrar en otro lugar donde hay otra cosa que es y esto que es no es lo mismo que era. Este proceso se conoce como la elaboración del duelo. Cada pérdida, por pequeña que sea, implica la necesidad de hacer una elaboración.
      Elaboración deriva de “labor”, de “tarea”. La elaboración del duelo es un trabajo, el trabajo de aceptar la nueva realidad.
      Las cosas que uno deja siempre tienen que elaborarse. Hay que aprender a recorrer este camino que es el camino de las pérdidas, el cual implica la aceptación del vínculo vital que existe entre las pérdidas y las adquisiciones, la renuncia a lo que ya no está.
      No hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal. En el caso del tratamiento de la obesidad podría pensarse en los beneficios que se obtienen al “perder kilos”.
      Vivir esos cambios es animarnos a permitir que las cosas dejen de ser para que den lugar a otras nuevas cosas. Para esto es necesario un cambio interior, el cual es personal.
      Cuando creemos y confiamos que podemos seguir adelante nuestras posibilidades de avanzar se multiplican. Es importante registrar y expresar las emociones que surjan, no reprimirlas, y compartir lo que le está pasando con su familia y amigos de confianza.
      Cuanto más correctamente se haya elaborado el “duelo” del adelgazamiento, menor será el problema para continuar.

      El final de este camino es éste: miramos hacia atrás y nos damos cuenta de las dificultades soportadas hasta aquí.         Miramos hacia delante y sabemos que estamos en mejores condiciones de enfrentarnos con el más importante de los caminos, el que conduce a sentirnos mejor con nosotros mismos y los demás, a una vida más sana, más saludable.

                                                                         Lic. Marcelo A. Bragiola


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