miércoles, 31 de diciembre de 2014

Nuevo Año, Nueva Oportunidad para Elegir


      Las fiestas de fin de año –Nochebuena, Navidad, Año Nuevo- son celebraciones señaladas en el calendario donde en el imaginario social se entrecruzan sentimientos de bondad y solidaridad, tradiciones, religión, buena comida, fiestas y regalos.
      También es la época en la que el consumismo devora carteras, billeteras y bolsillos en tiendas y shoppings. 
      Es como si -casi mágicamente- por unos días desaparecieran las luchas políticas, las diferencias sociales, las guerras, la pobreza, los problemas cotidianos...
      Sin embargo, no todas las personas experimentan estás celebraciones de la misma manera.
      Para cada uno las fiestas poseen un valor simbólico y emocional por estar articuladas a recuerdos, situaciones, personas o etapas de la vida. Lo mismo ocurre con los alimentos, ya que prácticamente todo lo que comemos evoca en nosotros una valoración más allá de lo puramente alimenticio. Además de nutrirnos y protegernos contra las enfermedades la comida nos ayuda a acercarnos a los demás y a sentirnos parte de una comunidad y de una cultura, nos representa ante los demás y nos remite a nuestro pasado tanto reciente como remoto.
      Si bien existen asociaciones más o menos compartidas por la mayoría de la población, hay asociaciones más individuales ligadas a la subjetividad.
      Para la mayoría estas celebraciones son vividas con la alegría propia de fiestas que suponen principalmente el reconocimiento de todo lo bueno ocurrido durante el año, los logros obtenidos, el crecimiento experimentado. Esto hace que el año que comienza sea esperado con optimismo y pleno de proyectos.

      Para muchos la festividad del Año Nuevo es una época de “excesos”: de grasa, de comida, de alcohol…   Se trata de quienes tienden a festejar comiendo y bebiendo descontroladamente. Aquí se funden -y hasta confunden- aspectos subjetivos individuales (impulsividad, tendencias adictivas, carencias afectivas, represión contenida) con otros relacionados con el contexto cultural en el que se vive (la comida como centro principal de encuentro, por ejemplo).
      Para algunos el fin de año representa el símbolo de la propia finitud, cayendo en la cuenta que la vida no es eterna. Esto ocurre principalmente en aquellos que han vivido situaciones de pérdida significativas y cuyos recuerdos despiertan el dolor que se ha sufrido.
      Otros se sienten agobiados por las exigencias a las que se ven sometidos a fin de año, provocando sensaciones de ansiedad y estrés.
      Más allá de las situaciones personales de cada uno pensemos que no sólo finaliza un año, sino que lo más importante es que comienza otro. La principal diferencia que tenemos los seres humanos respecto a los animales es justamente nuestra capacidad de simbolización y transformación de la realidad.
      Por eso, desde Vientos de Salud, deseamos y proponemos intentar vivir el comienzo del Nuevo Año con nuevos desafíos que podemos aprovechar para iniciar –o continuar- cambios, transformando el “no puedo” (que frecuentemente quiere decir “no estoy dispuesto al esfuerzo”) por “estoy dispuesto a hacerlo” y “voy a lograrlo”, valorar los avances y logros en lugar de lamentar los errores, tomar las dificultades como un aprendizaje y no sólo como obstáculos, proponerse nuevas metas, reflexionar y transformar el “querer” en “hacer”… ¡Feliz Año Nuevo… Feliz Nueva Oportunidad!


                                                         -Lic.  Marcelo A. Bragiola-

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