El 21 de septiembre se
conmemoró el Día Mundial del Alzheimer, enfermedad que afecta a más de 40
millones de personas en el mundo y que es padecida por el 10 % de los mayores
de 65 años de edad.
Es la demencia más frecuente
en personas de avanzada edad (se diagnostica en el 50-60 % de todos los
pacientes con demencias).
Demencia es un término general para describir la
pérdida de memoria y de otras habilidades intelectuales y es tan severa que
interfiere con la vida cotidiana del individuo. Además del Alzheimer incluye
-entre otras- la demencia vascular (artereosclorosis) y la demencia debida a la enfermedad de
Parkinson.
Esta enfermedad fue
descubierta en 1906 por el psiquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer,
aunque el 90 % de lo que sabemos sobre ella surgió en los últimos 15 años.
Es una enfermedad
degenerativa, progresiva e irreversible de las células nerviosas del cerebro.
Los cambios en el cerebro
pueden comenzar silenciosamente 10 a 15 años antes de que los síntomas se
manifiesten.
En toda persona sana las neuronas producen dos proteínas:
-Beta-amiloide: se localiza fuera de la neurona (en la membrana que
la recubre).
-Tau: se localiza en el interior de la neurona.
Durante el curso de la
enfermedad se produce una depositación proteica anormal, desarrollándose
“placas” (de beta-amiloide) y “ovillos” (de proteína Tau) en la estructura del
cerebro, comenzando en el hipocampo (centro
de la memoria) con la destrucción de las neuronas y de sus conexiones
efectivas.
La enfermedad comienza con la
pérdida de capacidad de la memoria reciente. Así, por ejemplo, una persona
afectada puede olvidar dónde estacionó su automóvil aunque no se altere su
capacidad para manejarlo.
A medida que va progresando
se van comprometiendo otras áreas del cerebro, afectando gradualmente las
funciones relacionadas con el lenguaje (el paciente empieza a no encontrar
palabras para nombrar algo), surgiendo dificultades en el pensamiento lógico
(el cual cumple funciones ejecutivas como planificar, organizar) y
desregulaciones emocionales (que pueden aparecer desde el principio).
Posteriormente se ve afectado
el área parietal del cerebro, encargada de la integración sensorial (el
paciente comienza a no comprender su entorno) y en forma paulatina las áreas
caudales (produciendo el olvido de recuerdos lejanos). Luego se va
comprometiendo la motricidad y finalmente la parte respiratoria y
cardiovascular.
Estos son algunos de los
síntomas que podrían anunciar su aparición:
-Pérdida de la memoria de
corto plazo.
-Dificultad para desempeñar
tareas habituales.
-Problemas con el habla (como
no encontrar palabras).
-Desorientación de tiempo y
lugar.
-Incapacidad para juzgar
situaciones cotidianas.
-Dificultad para realizar
tareas mentales.
-Colocación de objetos en
lugares equivocados.
-Cambios repentinos en el
humor.
¿Cuáles se consideran
factores de riesgo? Estos son los principales:
-Historial genético familiar.
Hay una predisposición genética (aunque no determinante).
-Edad.
-Bajo nivel de educación.
-Los factores de riesgo
cardiovascular como la obesidad, el sedentarismo, la hipertensión, la diabetes,
el tabaquismo.
-Afecciones cardíacas.
-Depresión.
-Estrés.
-Lesiones graves en la
cabeza.
Numerosas investigaciones
señalan que existen ciertos factores que protegen o retrasan la aparición de
trastornos cognitivos como la pérdida de memoria en la edad adulta. Para prevenir el desarrollo
de esta enfermedad se pueden adoptar diferentes prácticas desde la niñez en
adelante:
-Alimentación
saludable: una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras y pescados de aguas frías,
evitando las grasas, las frituras y los excesos de sal, ayuda a mantener las
funciones mentales en buen estado.
-Mantener una
presión arterial normal.
-Tener
niveles de colesterol normales.
-No tomar
alcohol.
-Reducir el
estrés.
-Practicar actividad física.
-Mantener la mente activa. Al cerebro, al
igual que al cuerpo, es necesario ejercitarlo.
Dentro del proceso de
envejecimiento normal existe un deterioro de la memoria que se acentúa a partir
de los 65 años, pero prácticamente no afecta la vida diaria. Los problemas de memoria comienzan a ser serios cuando la vida cotidiana de quien los padece se ve comprometida, afectando la relación con su entorno. En este caso, donde el cambio es tan marcado como para que las personas que nos rodean lo noten, es aconsejable hacer una consulta.
Lic. Marcelo A. Bragiola