Es frecuente escuchar frases
tales como "Me siento agotado, estoy estresado" o
"El médico me dijo que mi enfermedad
se debe al estrés".
La palabra “estrés” proviene
del latín "Stringere", que significa "apretar", "atar
fuertemente", "provocar tensión".
En español hemos tomado prestado el
término del inglés "stress", utilizado ya en el siglo XIV
para expresar dureza, tensión, adversidad o aflicción.
A finales del siglo XVIII la
palabra se utilizó en el contexto de la física como "una resistencia interna o reacción de un cuerpo elástico frente a
una fuerza que se le aplica desde el
exterior".
Como término médico el estrés
se refiere al "conjunto de
reacciones (biológicas y psicológicas) que se desencadenan en el organismo
cuando éste se enfrenta de forma brusca con un agente nocivo, cualquiera que
sea su naturaleza".
Desde la psicología podríamos
pensar el estrés como un proceso que sucede a partir de los intercambios entre la persona y el medio (tanto físico como social). Resulta de un desbalance entre
las demandas de la situación (vivenciadas
como amenazantes) y de los recursos del
sujeto para afrontarlas.
El mismo suceso vital puede ser más o
menos estresante dependiendo del individuo y su contexto social. La pérdida del trabajo, por ejemplo, puede tener interpretaciones muy diferentes de acuerdo a
la edad en que ello suceda.
Llamamos estresores a aquellas situaciones desencadenantes del estrés.
Puede tratarse de cualquier estímulo, tanto interno como externo.
Suelen distinguirse tres fuentes
principales de estrés:
-Sucesos
vitales importantes: hacen referencia a cataclismos y cambios drásticos en
la vida de las personas, como una catástrofe natural, casarse o ser abandonado,
un ascenso laboral, un accidente o la muerte de un ser querido.
-Sucesos
cotidianos: se refieren al cúmulo de molestias, imprevistos y alteraciones
en las pequeñas rutinas cotidianas. A pesar de ser de menor intensidad, son
repetidos. En general están vinculados con roles de representación social o
laboral, relaciones familiares e interpersonales y con aspectos económicos.
-Situaciones
de tensión crónica mantenida: reúnen características de los dos anteriores, ya que son intensos y, además, duraderos o repetidos. Es el caso de una enfermedad
prolongada, un clima laboral inadecuado (como una sobrecarga laboral), una
situación duradera de déficit económico (como desempleo) o vivir en un
"ambiente tenso" como en un barrio pobre o en un contexto violento.
Aunque generalmente se piensa que las
causas que provocan estrés son siempre negativas (una enfermedad, perder el
trabajo, la muerte de un ser querido), los hechos positivos, como el matrimonio
o las vacaciones, también pueden resultar estresantes.
El estrés produce una diversidad de
síntomas, tanto físicos como psíquicos. Entre otros podríamos mencionar: ansiedad, irritabilidad, apatía o desánimo, tristeza, desesperanza, falta de concentración, somnolencia, insomnio, fatiga, hipertensión, palpitaciones, malestares digestivos, contracturas musculares, dificultades sexuales, problemas alimentarios...
Se ha demostrado que en
muchas personas la obesidad genera estrés y, a su vez, el estrés puede generar
obesidad.
A través de recientes
investigaciones se ha comprobado que ante tensiones sostenidas (estrés crónico)
el cerebro segrega un neuropéptido (Y2) que se encuentra en los adipositos o
células de grasa, produciendo un aumento de su tamaño y una multiplicación de
las mismas.
Además, en muchas ocasiones, la ansiedad provocada por la situación
de estrés produce un aumento del apetito.
Parte de
sentirse estresado tiene que ver con no saber qué está produciendo el estrés y
con el sentimiento de que no se puede controlar. Afortunadamente, con un tratamiento adecuado y la
utilización de ciertas técnicas es posible superar aquellas situaciones que
pueden tener efectos estresantes, lógicamente encuadrado en una serie de
cambios necesarios relacionados con el mejoramiento de nuestra salud y calidad
de vida.
-Lic. Marcelo Bragiola-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario