miércoles, 23 de abril de 2014

Quitapenas... Obesidad y adicciones

     Muchas veces habrán escuchado que la obesidad es una enfermedad o trastorno adictivo. En realidad hay un inmenso paralelismo entre el comportamiento del obeso y la del adicto al alcohol o a las drogas.
      La idea de este artículo es ver qué puntos en común hay entre ambas problemáticas.
      Considero importante partir del origen etimológico de la palabra “adicto”. Proviene del griego “adictum” (esclavos de la cultura greco-romana) y del latín “addictus”, que quiere decir “adjudicado” o “heredado”. Después de una guerra los romanos hacían una “subasta” donde regalaban esclavos a los soldados que habían peleado bien. Esos esclavos eran conocidos como “addictus”.
      ¿Qué más esclavizante que depender de una sustancia o de un comportamiento que no se puede controlar?

      Para comprender mejor el paralelismo continuaré con la siguiente pregunta:
¿Qué entendemos por adicción? Es una enfermedad o trastorno  caracterizado por:
1- Un comportamiento compulsivo (aunque inicialmente sea voluntario).
2- El abuso de sustancias continuo a pesar de las consecuencias negativas.
3- Cambios persistentes en la estructura y en la función cerebral. Esto sucede dado que son afectados los circuitos dopaminérgicos y serotoninérgicos.
4- La disminución o la pérdida de autonomía. Cuando el craiving o los síntomas de abstinencia hacen difícil dejar de consumir ya no hay autonomía completa.
      Con frecuencia en numerosos pacientes con problemas de obesidad encontramos las características mencionadas. Veamos qué ocurre en relación a la obesidad:

  • La obesidad -como las adicciones- está relacionada con el sistema neurológico, más precisamente con ciertos neurotransmisores cerebrales. La dopamina afecta a las partes del cerebro relacionadas con el placer. Hay estudios que sostienen que las personas obesas tienen menos receptores de dopamina en el cerebro y que puede que coman más para estimular los circuitos cerebrales del placer. La serotonina, entre otras funciones, regula el apetito mediante la saciedad y equilibra el deseo sexual. Está íntimamente relacionada con la emoción y el estado de ánimo.
  • Se han hecho estudios sobre los mecanismos celulares y moleculares en común que podrían existir en la obesidad y la adicción a las drogas. Podríamos decir que todas las adicciones funcionan con el mismo mecanismo: detonan estados de euforia que una vez transcurridos se convierten en episodios de depresión y culpa. Se siente culpa, tristeza, impotencia de no poder controlar el problema y se acude nuevamente a la droga (o a la comida), cada vez con más fuerza que antes.
  • El comportamiento compulsivo se evidencia cada vez que la persona siente la “necesidad” incontrolable de comer aunque no tenga hambre. Esto está relacionado con la escasa tolerancia a la frustración y las dificultades en el control de los impulsos, llevando a la disminución progresiva de la autonomía.
  • El obeso piensa -desde una posición de omnipotencia- que puede adelgazar cuando se lo propone, como el adicto piensa que puede dejar la droga cuando desee.
  • Hay una gran resistencia al cambio. El cambio produce miedo; los cambios son vividos como peligrosos. Comprobamos que el obeso busca mil excusas para dejar el plan o la dieta así como el adicto siempre encuentra una justificación para volver a drogarse.
  • El obeso, aún conociendo las consecuencias negativas, sigue comiendo mal y en forma descontrolada. Como el adicto, casi siempre niega su enfermedad. La realidad le resulta dolorosa e intolerable y se autoengaña. Así como el adicto dice que no se droga tanto como dicen los demás, el obeso suele decir que no come tanto como le endilgan.


  • En ambos casos los factores psicológicos están vinculados con la historia personal, especialmente con las primeras experiencias infantiles y con todo lo ligado al grupo primario (la familia originaria). Como ejemplo: el obeso “aprende” a comer a lo largo de su vida ante situaciones de estrés, tristeza, angustia, frustración, como también ante situaciones placenteras. Usa la comida con el fin de sentir alivio, de sentirse bien, de sustituir afectos. Así como el adicto siente que drogándose se siente bien el obeso usa la comida con el mismo fin.
      Justamente Freud utilizó el término “quitapenas” para referirse a una propiedad de los recursos embriagadores, los cuales no sólo generan sensaciones placenteras sino que, además, alteran la vida sensitiva y acotan la posibilidad de sentir sensaciones de displacer.
      Podríamos decir que la “falta” (pena) -por pérdidas y/o carencias afectivas- se intenta tapar con la droga ¿No podríamos pensar que en muchos casos la comida también se transforma en un “quitapenas”?

Quiero concluir este artículo poniendo de relieve que, a pesar de las características generales descriptas, es imprescindible no dejar de lado la singularidad de cada persona, ya que no todos los casos ni situaciones son iguales. De esto depende en gran parte la recuperación a través de un adecuado tratamiento.


                                                                              Lic. Marcelo A. Bragiola

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